Aprendiendo a vivir como hacedores de la Palabra y no como jueces de los demás.
Queridos amigos, en el Evangelio de Juan 8:15, Jesús nos recuerda: “Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie”. Estas poderosas palabras deben servirnos de ejemplo, especialmente para quienes a menudo caen en la tentación de juzgar a los demás. Nuestro Salvador, el dador de la vida, nos enseña con su propia vida que no debemos condenar ni señalar con el dedo. Este llamado a la no crítica nos invita a llevar una vida cristiana auténtica, de manera que las personas puedan notar la diferencia en nosotros sin necesidad de abrir nuestra boca. No solo debemos ser oidores de la Palabra, sino hacedores que reflejen el carácter de Cristo en nuestras acciones diarias.
No Juzgar: Un Mandato Claro
En Mateo 7:1, Jesús también nos dice claramente: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”. Este versículo subraya que el juicio pertenece solo a Dios, no a nosotros. Sin embargo, muchas veces caemos en el error de juzgar a los demás por su apariencia, decisiones o circunstancias. En lugar de ello, debemos recordar que solo Dios conoce el corazón de cada persona. Nuestro llamado es a ser amorosos y comprensivos, no críticos.
La Lengua: Un Poder para Edificar o Destruir
La Biblia nos advierte sobre el poder de la lengua. En Santiago 3:6 se menciona que “la lengua es un fuego, un mundo de maldad”. Las palabras que usamos pueden edificar o destruir, por eso es crucial que elijamos sabiamente lo que decimos. Hablar con bondad y sin juicio refleja nuestro compromiso de seguir a Cristo, quien es la fuente de toda verdad y amor. Como cristianos, debemos asegurarnos de que nuestras palabras siempre glorifiquen a Dios y no sean instrumentos de división.
Deja de Criticar y Comienza a Amar
Criticar a los demás es fácil, pero amar como Jesús amó requiere un corazón transformado. Cuando juzgamos a otros, caemos en el mismo pecado que Jesús nos enseñó a evitar. Lucas 6:37 dice: «No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados». Este versículo nos invita a liberarnos de la crítica y, en su lugar, ser personas que perdonan y muestran gracia, al igual que Dios lo hace con nosotros.
Quitar la Paja de Nuestro Ojo
Antes de criticar a otros, Jesús nos recuerda en Mateo 7:3-5 que primero debemos mirar nuestras propias vidas: “Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Este versículo nos llama a la autoevaluación, a corregir nuestros propios errores antes de señalar los de los demás. Una vida cristiana auténtica empieza con humildad y la disposición a cambiar nosotros mismos antes de exigir el cambio de los demás.
El Poder de Nuestras Palabras
Proverbios 18:21 nos advierte que “La muerte y la vida están en poder de la lengua”. Cada palabra que sale de nuestra boca tiene el poder de influir positivamente o negativamente en la vida de los demás. Como cristianos, debemos usar este poder para edificar, motivar y alentar a otros, no para juzgar ni destruir. Nuestra lengua debe ser un reflejo del amor y la gracia que hemos recibido de Cristo.
Dejar las Malas Palabras y la Crítica
Efesios 4:29 nos enseña: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”. Esto nos llama a ser conscientes de nuestro lenguaje, no solo evitando las malas palabras, sino también las críticas destructivas. Si queremos que nuestras vidas reflejen el carácter de Cristo, debemos empezar por nuestras palabras, usándolas siempre para edificar y nunca para dañar.
Sé un Hacedor, No Solo un Oidor
Finalmente, Santiago 1:22 nos exhorta: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”. La vida cristiana no se trata solo de escuchar la Palabra de Dios, sino de ponerla en práctica. Si queremos ser verdaderos seguidores de Cristo, nuestras acciones deben hablar más fuerte que nuestras palabras. Vivamos de una manera que refleje el amor y la compasión de Jesús, siendo luz para el mundo.
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Como de costumbre para todos mis lectores, antes de terminar mis artículos me gusta dejar una Reflexión Final. Hoy, más que nunca, somos llamados a vivir una vida cristiana auténtica, sin juzgar ni criticar a los demás. Que nuestras palabras y acciones reflejen el amor de Cristo, siendo hacedores de la Palabra, no solo oidores. Recordemos que solo Dios tiene el derecho de juzgar, y que nuestro papel es amar, servir y edificar a los que nos rodean. Que cada día podamos caminar en gracia y verdad, reflejando el carácter de Jesús en todo lo que hacemos.
Por: Salvador G. Nuñez