¿Eres un buen mayordomo? Cómo la buena administración refleja nuestra fidelidad a Dios.
La mayordomía no es solo un concepto financiero, es una responsabilidad espiritual. Desde los tiempos bíblicos, Dios nos ha llamado a ser buenos administradores de lo que nos ha confiado: nuestros recursos, nuestro tiempo, nuestras habilidades, e incluso nuestras relaciones. En este artículo, te mostraré cómo puedes ser un mayordomo fiel, gestionando con sabiduría todo lo que has recibido, para la gloria de Dios. Y lo mejor, aplicando principios que puedes poner en práctica hoy mismo.
Reconoce que todo lo que tienes proviene de Dios
Ser un buen mayordomo comienza con la comprensión de que nada de lo que poseemos es realmente nuestro. Todo lo que tenemos—nuestro dinero, nuestras propiedades, nuestras oportunidades—son regalos de Dios que nos han sido confiados temporalmente. Esto cambia nuestra perspectiva de propietarios a administradores. «Del Señor es la tierra y su plenitud; el mundo y los que en él habitan» (Salmo 24:1). Entender esto es la base de una buena mayordomía.
Planifica y organiza tus finanzas
El siguiente paso para ser un buen mayordomo es aprender a gestionar tus finanzas con sabiduría. Dios nos llama a ser diligentes en cómo usamos nuestros recursos. Un buen plan financiero incluye presupuestos, ahorro y una administración cuidadosa de deudas. La Biblia nos advierte contra la imprudencia financiera: «El sabio tiene reservas preciosas y aceite en su casa, pero el necio todo lo disipa» (Proverbios 21:20). Planifica con antelación y evita gastos innecesarios para poder tener margen para bendecir a otros.
Sé generoso con lo que tienes
La mayordomía también implica compartir con aquellos que tienen menos. La generosidad no se trata solo de caridad, sino de reflejar el carácter de Dios, que es dador por excelencia. Cuando somos generosos, estamos practicando una parte clave de la administración bíblica. «Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre» (2 Corintios 9:7). Ser generoso no es una opción; es una parte esencial de ser buenos mayordomos de lo que hemos recibido.
Administra bien tu tiempo
El tiempo es uno de los recursos más valiosos que Dios nos ha dado, y ser un buen mayordomo implica organizar y usar bien ese tiempo. Es fácil distraerse con cosas que no nos edifican, pero Dios nos llama a ser sabios con nuestro tiempo. «Miren, pues, con diligencia cómo andan, no como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos» (Efesios 5:15-16). Organiza tu día para hacer lo más importante primero y evita la procrastinación.
Cuida de tu cuerpo y tu salud
Dios también nos ha dado el regalo de nuestros cuerpos, y parte de nuestra responsabilidad como mayordomos es cuidar de nuestra salud física. Comer bien, hacer ejercicio, y descansar adecuadamente son formas de honrar a Dios con nuestro cuerpo. «¿No saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes, y que han recibido de parte de Dios? Por lo tanto, glorifiquen a Dios con su cuerpo» (1 Corintios 6:19-20). Cuidar tu salud es una forma de administrar bien uno de los recursos más importantes que tienes.
Usa tus talentos para servir a los demás
Dios nos ha dado dones y talentos únicos para usarlos no solo para nuestro beneficio, sino para el servicio a los demás. Ser un buen mayordomo significa poner nuestros talentos al servicio del Reino de Dios y de quienes nos rodean. «Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los demás, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios» (1 Pedro 4:10). Encuentra maneras de usar tus habilidades para bendecir a otros y honrar a Dios.
Mantén un corazón humilde y dependiente de Dios
Finalmente, ser un buen mayordomo significa mantener una actitud de humildad y depender completamente de Dios en todo lo que hacemos. Es fácil caer en la trampa de creer que nuestro éxito es fruto únicamente de nuestro esfuerzo, pero nunca debemos olvidar que es Dios quien nos da las fuerzas. «Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él los exalte cuando sea el tiempo» (1 Pedro 5:6). Cuando dependemos de Dios en todo, seremos mejores administradores de lo que Él nos ha confiado.
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No quiero terminar este artículo sin dejarle una reflexión final. La verdadera mayordomía no se trata simplemente de ser buenos con el dinero o de mantener nuestras cosas en orden, sino de reflejar el corazón de Dios en todo lo que hacemos. Cuando entendemos que somos administradores y no dueños de lo que tenemos, nuestras prioridades cambian. Ser un buen mayordomo es un acto de fe, fidelidad y confianza en que Dios, que nos ha dado tanto, también nos guía en cómo usarlo para Su gloria y el beneficio de los demás.
Por: Salvador G. Nuñez
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